“Compara luego nuestras caras con
los rostros de los muchachos que comen la comida del rey, y haz después con tus
siervos según veas” Daniel 1:13
Las empresas de cosméticos facturan
millones de dólares por año por la venta de sus productos. Podemos decir, sin
temor a equivocarnos, que la reina del mercado hoy en día es la cosmética.
Cremas para la cara, cremas antiarrugas, cremas de limpieza facial,
delineadores, brillo labial, sombras, bellos tonos para los labios y rubor para
las mejillas, mascarillas de arcilla en sitios Spa, crema antiacné para los
adolescentes, entre otros, son productos que atraen a hombres y mujeres,
grandes y chicos, ricos y pobres en esta tendencia fóbica de cuidar y
embellecer la cara. Pero en realidad la cara no es tuya, ¿sabías? Aunque gastes
fortunas en su mejoramiento, tu cara, tu rostro, la imagen que transmites no es
ni nunca será tuya a menos que andes constantemente con un espejo colgando en
la nariz. De lo contrario, los que vean y disfruten tu rostro serán los demás,
nunca tu.
No hay porque obligar a los demás
a ver una cara amargada. No hay duda que nos gusta ver rostros alegres y
optimistas. Así, la reciprocidad de parte nuestra con otra cara alegre. Escasean, ¿Verdad? Abundan las otras caras,
las de ceño fruncido, las de sonrisas forzadas, las de ojos airados y fuera de órbita,
las de muelas apretadas y mandíbulas tensas. ¿Será por eso que al entrar a un
comercio necesitamos que se nos diga: “Sonría lo estamos filmando”? La palabra
de Dios dice: “El corazón alegre hermosea
el rostro” o sea que una cara tensa
y avinagrada puede estar simplemente evidenciando que ese corazón está cargado
de pesares. Es que al fin y al cabo, de la abundancia del corazón habla la
boca. Si, en alguna medida, la cara es una ventana del alma, y muchas veces una
ventana sucia me habla de una casa sucia, y un dueño sucio, así también una
cara triste me habla de una vida triste y de un individuo triste. ¿Como esta tu
corazón? ¿Alegre porque has experimentado el amor de Dios? O triste hasta el
punto que no puedes disimularlo. ¡Sonríe, Dios te ama!
LA CARA ES LA VENTANA DEL ALMA